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Ponte afronta el relevo en su dirección con ilusión y compromiso

En los últimos días se ha llevado a efecto cambios en la designación de los cargos de la Junta Directiva de Ponte. Desde este modo, a partir de ahora José Miguel Luque Márquez pasará a ser el presidente de la entidad sucediendo a Alfonso González de Valdés que será vocal de la Asociación. Antonio Reina será el tesorero y José Antonio Gutiérrez, el secretario.

Comienza, de esta manera, un nuevo ciclo en la Asociación Ponte, con motivaciones renovadas y aguardando los nuevos retos que están por llegar con la misma ilusión y entrega de siempre. Desde Ponte queremos agradecer especialmente a cuantas personas nos han acompañado en nuestras andanzas hasta la fecha y esperamos seguir disfrutando de su compañía en el camino.

A continuación ofrecemos las reflexiones de Alfonso para que sirvan como epílogo de una labor de más de quince años de duración.

Un apunte poco habitual sobre el liderazgo

Aprendí estudiando cábala que “los principios son del hombre, pero los finales son de Dios” (al respecto de este concepto, conviene aclarar que la cábala es mística, no religiosa).

Quizás sea por esta premisa, que se nos hace a menudo tan difícil dejar de hacer algo sin que se nos pervierta el ejercicio por deslealtades, enfermedades o tantos otros tristes finales que damos a lo que hasta poco antes eran áreas sagradas o importantes de nuestra vida. Pasa con las relaciones de pareja, pasa con la propia vida cuando languidece y pasa, por supuesto, en contextos de trabajo.

En los próximos días dejaré de ser el presidente de la Asociación Ponte. Paso a tener un rol social de menor liderazgo. Lo he solicitado yo y mis socios me han abrazado en mi decisión. Muchas veces oí que el negocio y la amistad eran aceite y agua. No es cierto. Mis socios, amigos, hermanos han sabido acompañarme con inteligencia y ternura en todo el proceso, y seguirán haciéndolo.

Esta es la razón por la que pensé en compartir mi experiencia, porque no quiero ser un privilegiado, porque tal vez haciéndolo contribuya de algún modo a que alguien goce de la integridad que yo disfruto hoy.

El proceso de reconocimiento ha sido largo, unos dos o tres años; el de la decisión, apenas unas horas. Esto nos ofrece la primera enseñanza.

Mucho hay escrito sobre la toma de decisiones, pero a mí me parece que es conveniente resaltar la importancia del rigor aplicado a una especie de chequeo o examen personal que podemos hacer de forma periódica o ritual. Yo lo hago cada año, en verano. Analizo qué sueños cumplí, que objetivos se alargaron, cuanto tiempo me di para cada cosa, qué me dijo mi salud entretanto, cuantos silencios me ofrecí para meditar y ponerme en sintonía con lo que ahí afuera, perceptible o no.

Todo este caldeamiento y fases primeras va a ser fundamental hasta sentir la certeza de que un proceso está pidiendo su final, algo que esencialmente ocurrirá de igual forma con un poema o un cambio de carrera universitaria o profesional.

El segundo foco de atención no puede ser otro que el de determinarse hacia el final de las cosas. Como son de Dios, solo tenemos que reconocerlos, no hay mucho que hacer. No se trata de realizar sino de estar receptivos, manteniéndote lo más limpio posible, emocional y psicológicamente, para evitar interferencias. Ocúpate de cuidarte y se te mostrará el final. Ahí lo primero será aceptar y posteriormente, acomodar las circunstancias para que lo inevitable ocurra con armonía.

Finalmente, quiero destacar una clave transversal que he observado mil veces. Si lanzas una piedra hacia el cielo, hay un momento que precede a la caída que coincide con su punto más alto. En el tránsito de terminar un proceso también, por más que tantas veces se nos oculte a los sentidos, sobre todo si la altura alcanzada es extraordinaria.

A mí me parece que emocionalmente, este punto se nos muestra cuando sabemos diferenciar el apego del amor. En los últimos años estaba apegado al cargo, a las responsabilidades, al rol, a las expectativas, a las intrigas. Sabemos esto porque se nos ven las costuras y las contradicciones en lo que estamos haciendo.

En mi caso no era difícil observar que la piedra estaba cayendo sin remisión. Cada vez menos presencia, mayor rigidez en las decisiones, mayor dominio de las inercias, el acomodamiento, la falta de entusiasmo, la dejación de funciones. No hubo gravedad, ni daños considerables, pero empezaba a ser recomendable la necesidad de cambio y hacerlo con premura para que la perversión no amenace lo creado.

Comprendido lo anterior, acercarse al final es sencillo, porque se parece muchísimo al camino de ida. Basta pues con invertir el sentido de tus pasos. Toca caminar, dejar el sillón, cerrar lo que esté abierto, volver a cuestionarte quién eres, repensar -como antaño- quién debe hacer qué y visualizar quién quieres ser ahora. Este proceso en realidad es una invocación del verbo amar. Amarse a sí mismo, a lo que ha hecho, al grupo humano que te representa. Con este sentimiento en la mano, las decisiones son sencillas.

Si esta labor de desapego se hace con amor propio, se hará extensivo el amor hacia el prójimo y podremos disfrutar los muchos sabores que ofrece ese proceso de cierre que precede a lo nuevo que está por llegar. Muerte es vida, siempre.

El relevo en mi Asociación está decidido y ahora estaré al servicio del nuevo presidente con toda mi experiencia, mi virtud y mi apoyo…¡y tan panchos!

Gracias de antemano por vuestra atención.

¡Vivan!

Alfonso